sábado 9 de mayo de 2009

Visitante con piernas de “tubo” cerca de Ojén (España) 1978



Un extraño ser había rondado a media legua del citado puerto español.

En una propiedad que se alza en el término de Ojén alguien aseguraba haber visto a un “bicho” con patas “reondas” caminando muy cerca de la casa principal. Pero eso no era todo. Esa misma mañana, las gentes del referido cortijo acababan de sepultar los restos de una gata, decapitada misteriosamente.

El testigo de la visión narraría textualmente lo que, en aquel momento, vio:

Para proteger la identidad del informante, se le llamará LB.


“Sería alrededor de las doce de la noche. Mi hijo y yo estábamos viendo la televisión. A nuestro lado se encontraba el perro lobo, Y, de buenas a primeras, la pantalla se alteró. Aparecieron unas rayas, y casi simultáneamente, se escuchó un silbido. Primero lo oyó mi hijo y luego se volvió a repetir con nitidez. Y el perro inquieto y nervioso, levantó la cola y las orejas, dirigiéndose hacia la puerta. Y comenzó a ladrar furiosamente. Nos miramos intrigados. En eso nos dimos cuenta que los perros de los alrededores ladraban lastimeramente. Al principio, como es natural, pensamos en que alguien se acercaba a la casa. Así que, sujetando al pastor alemán por el collar, salimos al porche. Encendí la luz que alumbra la fachada y parte del terreno y tratamos de averiguar qué demonios pasaba. Yo, francamente, no vi nada. Pero mi hijo me señaló en la dirección del camino que asciende hasta aquí. “Ya viene el fulano –comentamos-. Y borracho. ¡Menuda nochecita nos espera!.”

En un inicio se confundió al extraño personaje con un vecino. Un paisano amante del “bebercio” que, cada vez que “agarraba una manga”, tenía la costumbre de plantarse en la casa, dándoles la paliza.

“…Los andares del tipo eran muy raros que, sinceramente, creímos que se trataba de nuestro amigo. Pero, al fijar la atención, comprendimos que estábamos equivocados. Aquel ser caminaba “de lado”. Venia hacia nosotros por el sendero que sube hasta la casa. Primero “echaba” una pierna y luego la otra. Y así, paso a paso, fue acercándose hasta cosa de diez metros de la explanada. Y el perro, cada vez más excitado, comenzó a tirar violentamente, hasta el punto que casi me arrastra. A la luz del farol distinguimos dos patas, de aspecto metálico, gruesas como tuberías, y con una tonalidad azul-acerada. Tenían que medir más de un metro, pero no conseguimos ver el resto del cuerpo. Y, alarmado, le grité varias veces: ¿Quién está ahí? Silencio. Nadie respondió. Y continuó su avance. Y al llegar junto a la piedra grande, justo donde la iluminación es más fuerte, le amenacé con soltar al perro. Debió entenderme porque se detuvo. Pero lo increíble es que no logramos verle la parte superior. Sólo los poderosos y grandes tubos. Y convencido de que aquello no era normal solté al pastor. Desesperado, con el pelaje erizado como puerco espín, salió en su búsqueda. Y yo, más quemado aún que el animal, me fui detrás. Desde el porche al camino, a la carretera, no se invierten más de cinco segundos. Pues bien, desapareció, y tanto mi hijo como yo nos preguntamos: con ese andar lento, trabajoso y “de costado” ¿Cómo pudo quitarse de en medio en segundos? Y otro fenómeno que nos llenó de perplejidad: el perro, en lugar de permanecer en el lugar donde se suponía que se hallaba el monstruo, continuó camino abajo, ladrando rabiosamente. Absurdo".

Pero el caso no se cierra ahí

Las huellas eran numerosas, más de cincuenta. Dibujaban un cerco alrededor de la casa. Las más próximas aparecen a un metro de las paredes. Eran circulares –de diez a quince centímetros de diámetro, por otros ocho a diez de profundidad, según los casos- y prácticamente gemelas. Formaban una hilera, aunque no había forma de discernir el comienzo y el final de la caminata. Arrancaban del sendero y rodeaban la vivienda, pero, naturalmente, también cabía la posibilidad de que fuera al revés. Lo cierto es que las huellas surgían brusca y misteriosamente. El responsable de las pisadas tenía que ser extremadamente pesado o capaz de ejercer una fortísima presión sobre el duro y reseco terreno. En pruebas efectuadas, ni animales ni los moradores de la zona lograron reproducir las huellas y su profundidad. Segú cálculos posteriores, el ser podía pesar entre trescientos y cuatrocientos kilos.

En cuanto al segundo y macabro hallazgo, registrado ese mismo amanecer, solo contribuyó a disparar los ya alterados nervios del personal. A ochenta metros de la casa y muy cerca del senderillo donde fue observada la pareja de tubos andarines, uno de los lugareños fue a tropezar con el cuerpo mutilado de una gata. Por ese lugar discurre una goma destinada al riego. Pues bien, el campesino en cuestión –al comprobar que el agua no fluía por la manguera- fue revisando la conducción hasta llegar a l filo del mencionado camino. Allí se hallaba el problema: la goma aparecía doblada y, junto a ella, el infortunado felino.

“Es incomprensible –manifestó LB con gran pesar-. Esa gata, de apenas año y medio, vivía aquí, con nosotros, en el gallinero. Era muy ágil. ¿Cómo es posible que alguien extraño haya podido atraparla y mutilarla tan bárbaramente? Ni los zorros le hubieran dado alcance…”

Sin embargo, el animal –que debía parir en cuestión de días- no solo fue capturado, sino, además decapitado. Ni la cabeza ni la pata delantera izquierda aparecieron jamás. Y la familia, consternada, procedió a sepultar los restos. Al examinar el cuello del animal se apreciaba un corte limpio, sin desgarros aparentes. El hueso y la musculatura que integraban el nacimiento de la pata delantera izquierda, presentaba idéntico aspecto: habían sido seccionados “de un tajo” y perpendicularmente al eje de la citada mano.

Los exámenes y el veredicto final fueron unánimes. He aquí una síntesis de los mismos:

“Cabeza y mano fueron separadas mediante una acción mecánica. Probablemente con un bisturí o un instrumento cortante. El tejido óseo presentaba en la zona de corte un perfil sin rugosidades, indicio básico que apoya la hipótesis de un seccionamiento por medios artificiales y muy perfeccionados…

El pelo del felino, directamente en contacto con el área mutilada, presenta asimismo, a través de la microfotografía (X200), claros signos de chamuscado. Unas señales, sin embargo, que apenas son perceptibles en los demás tejidos del cuello…”.

En otras palabras: el bisturí o el instrumento utilizado en el salvaje acto, amén de separar la cabeza y mano limpia y certeramente, quemó la corona de pelo limítrofe.
En el vientre fueron halladas y extraídas cuatro crías con aproximadamente cincuenta días de gestación. Es decir, teniendo en cuenta que el promedio es de cincuenta y cinco, los gatitos estaban a punto de ser alumbrados.

¿La muerte del pobre felino tuvo algo que ver con el extraño caminante de piernas en forma de tubos? Y si es así ¿Por qué mató al animal?

Datos extraídos de: "La Quinta Columna"; J.J. Benítez